Estamos atados de pies y manos.
Soportamos las obligaciones de una sociedad, de su funcionamiento, sus normas, las que se ven y las que no.
Cumplimos horarios, debemos adquirir productos concretos, los existentes en los supermercados y demás almacenes, no otros, y bajo unas condiciones. Nuestras conductas personales obedecen a leyes, creencias, todos ellas previamente diseñadas.
Seguimos unos gustos, practicamente idénticos para todos, unas modas. Salirse del modelo marcado por esa sociedad es complicado, imposible.
Dicha estructura podría haber sido establecida bajo unos criterios distintos, más amables, pero se configuró de manera que unos cuantos se enriquecen y tienen al resto de la población terrestre bajo la más absoluta sumisión.
Somos marionetas caminando todas juntas al mismo compás.