El cartel fue lo que me impulsó a ver la película Dabba (caja en indio) y título original de la misma.
No había leído ni oído ningún comentario, ni siquiera sabía de su existencia, por lo que la sorpresa, buena o mala estaba garantizada.
Resultó ser buena, muy buena.
Trata una historia sencilla sobre personajes anodinos en cuyas anodinas existencias, aparece, de la mano de un error en el aparentemente sencillo y lógico reparto de comidas, el destino y con él, un posible cambio de rumbo en dichas anodinas vidas.
Un drama romántico diferente por el entorno en el que se desarrolla, por las costumbres que refleja, tan lejanas a las nuestras.
Además de la dulce sensación que la mezcla acompasada de colores, diálogos, música e imaginarios aromas me dejaron, me chocaron esencialmente dos cosas relacionadas con ese reparto diario de comida.
Además de la dulce sensación que la mezcla acompasada de colores, diálogos, música e imaginarios aromas me dejaron, me chocaron esencialmente dos cosas relacionadas con ese reparto diario de comida.
La primera es que ese sistema tiene un 99% de éxito siendo caótico todo lo que le rodea como los horarios de trenes o el tráfico urbano de los que depende para poder ser cumplido con absoluta diligencia.
La segunda es que las mujeres preparen todos los días varios platos para enviárselos calentitos a sus maridos que trabajan en las oficinas.
¿A qué hora tienen que levantarse esas mujeres para que la comida, cocinada y transportada, a veces a lo largo de decenas de kilómetros, llegué a tiempo para que se la coma el marido?
¿Por qué no se la prepara o al menos se la lleva el propio marido por la mañana cuando parte hacia su lugar de trabajo?
Ann