Parece que vamos a tener que asistir al típico vermut de trabajo con motivo de la celebración de la Navidad, propuesto en un primer momento por algún que otro compañero pero con el posterior apoyo de Dirección.
No veo fácil eludir el acontecimiento de manera elegante.
¿Qué sentido tiene reunir, aunque sea en torno a un siempre deseado vino, a unos individuos que poco o nada tienen en común excepto el de congregarse cada día en un mismo habitáculo para sacar adelante unas tareas y conseguir la correspondiente y esperada recompensa a final de mes?
¿Es realmente necesario pasar por ese momento de absoluta hipocresía por ser periodo navideño?
Ann