Uno intenta mantenerse en forma comiendo lo más sano posible, practicando deporte. En mi caso sin excesos, soy una persona que se cuida lo justo para no renunciar a lo demás.
Sin embargo, cuando llega el domingo, todas las pancartas de prohibición se derrumban y el sentido común se torna imperceptible al entrar en el comedor materno.
La visión de esa espléndida y generosa mesa, es fruto del amor y de la mano mágica de una madre deseosa de agradar a toda su familia, de que su dedicación de horas en la cocina desemboque en un momento alegre, sabroso, feliz, uniendo a todos los miembros que en ese momento tienen el privilegio de sentarse alrededor del grandioso festín.
Bravo maman.
Ann
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