“Puedes ser cualquier cosa menos
insignificante” le dijo un compañero veinte años atrás.
En la actualidad, observando su
reflejo en el espejo, no dejaba de preguntarse de qué manera se había efectuado
la metamorfosis y en qué momento había cruzado la frontera entre no ser insignificante
y serlo por completo.
Le costaba que los camareros
detectaran su espera al otro lado de la barra, que el personal de los comercios
acudiera a su encuentro con el fin de satisfacer sus deseos de compra.
Nadie parecía verla, ni siquiera
oírla. A menudo, era necesario repetir sus frases dos y tres veces hasta que decidía
marcharse, cabizbaja y humillada.
Privada de las miradas necesarias
para andar por la calle con valor y autoestima, podía haberse dejado ir a la
deriva, caer en la profunda oscuridad de su íntimo sufrimiento.
Sin embargo y sin pretenderlo,
aprendió a disfrutar de ese estado etéreo, a percibir la , sorprendentemente,
bienvenida ventaja y tremenda libertad que le proporcionaba el hecho de que
ningún ser la mirara, ni para bien ni para mal.
Peinados, vestimentas, actitudes,
un amplio campo de experimentación se abría ante ella y estaba decidida a aprovecharlo.
Fue jugando con la ropa,
atreviéndose a combinar colores y prendas, dejó de intentar aparentar una edad
que ya no tenía, empezó a caminar con paso firme, canas al viento.
Por fin podía ser ella misma sin
depender de las convenciones sociales ni de las absurdas modas, sin temer a ser
juzgada ni criticada.
¡Por fín LIBRE!
Ann
Foto: Teo Castón
Foto: Teo Castón
Faut teindre les cheveux.
ResponderEliminarFaut teindre les cheveux.
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