sábado, 14 de abril de 2018

LIBRE




“Puedes ser cualquier cosa menos insignificante” le dijo un compañero veinte años atrás.
En la actualidad, observando su reflejo en el espejo, no dejaba de preguntarse de qué manera se había efectuado la metamorfosis y en qué momento había cruzado la frontera entre no ser insignificante y serlo por completo.

Le costaba que los camareros detectaran su espera al otro lado de la barra, que el personal de los comercios acudiera a su encuentro con el fin de satisfacer sus deseos de compra.

Nadie parecía verla, ni siquiera oírla. A menudo, era necesario repetir sus frases dos y tres veces hasta que decidía marcharse, cabizbaja y humillada.

Privada de las miradas necesarias para andar por la calle con valor y autoestima, podía haberse dejado ir a la deriva, caer en la profunda oscuridad de su íntimo sufrimiento.

Sin embargo y sin pretenderlo, aprendió a disfrutar de ese estado etéreo, a percibir la , sorprendentemente, bienvenida ventaja y tremenda libertad que le proporcionaba el hecho de que ningún ser la mirara, ni para bien ni para mal.
 
Peinados, vestimentas, actitudes, un amplio campo de experimentación se abría ante ella y estaba decidida a aprovecharlo.

Fue jugando con la ropa, atreviéndose a combinar colores y prendas, dejó de intentar aparentar una edad que ya no tenía, empezó a caminar con paso firme, canas al viento.

Por fin podía ser ella misma sin depender de las convenciones sociales ni de las absurdas modas, sin temer a ser juzgada ni criticada.

¡Por fín LIBRE!
Ann
Foto: Teo Castón
 

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