Con el paso del tiempo, uno aprende a conocerse mejor. Quizá siga sin saber lo que desea pero sí que sabe lo que no desea.
Asimismo, uno toma consciencia de su cuerpo, en cuanto a observación del mismo tanto por dentro como por fuera.
Una de las consecuencias más inmediatas y evidentes es que se adquiere un estilo propio, para bien o para mal.
Se pierde el miedo al ridículo, los absurdos complejos, tan presentes en la juventud, desaparecen. Uno se siente más seguro de sí mismo y de lo que refleja al exterior, supongo que porque, por fin, interior y exterior se dan la mano. Por fin, hay aceptación.
Ann
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